Alejandra es todavía una bebé. Fue diagnosticada con Síndrome de Down y llegó a la Fundación recientemente. También asiste su hermano, Balám, quien tiene microtia bilateral, lo que significa que sus orejas no se formaron correctamente, pero tiene su sistema auditivo interno sano, por lo que puede escuchar. Originalmente, Esmeralda, su mamá, llegó a la Fundación buscando un lugar para Alejandra, pero al ver que era un espacio incluyente se dio la oportunidad de inscribir también a Balám.

Desde que está en la Mosaico Down, Balám ha aprendido a pedir lo que necesita, a identificar las partes de su cuerpo y los números. Asimismo, la Fundación le ha ayudado a controlar más su temperamento. Asiste al taller de música y tanto él como Ale tienen clases de motor fino y grueso; y de desenvolvimiento social.

Balám es definido por sus maestros como “el niño guardián de todos”, en particular con Ale, a quien besa y abraza frecuentemente; si nota que está llorando, dice “bebé” y la señala para que la atiendan. Disfruta mucho su clase de música y ahora ha aprendido a cantar y bailar. Además, utiliza una diadema una hora al día cuya vibración le ayuda a estimular su audición, va integrando palabras nuevas a su vocabulario y ha mejorado su dicción.

Gabriela se siente tranquila de poder dejar a sus dos hijos en la Fundación, sabiendo que serán cuidados adecuadamente y estarán felices. Ahí, Ale también realiza ejercicios que le permiten controlar mejor su cuerpo. Recibe estimulación temprana, escucha música para que perciba los sonidos y visita la sala multisensorial, uno de los espacios más valiosos de Mosaico Down.

“La Fundación nos devolvió la vida, porque todos nos cerraban las puertas”. Ahora Esmeralda tiene la confianza de que sus hijos han encontrado un lugar en donde podrán alcanzar su máximo potencial.